Entran lento, deciden un sitio para sentarse y me miran. Yo les miro, sentada, y canto bajito. Espero que se acomoden todos. Empiezo: «Era una tarde de lluvia y mi madre estaba sentada sin nada qué hacer…¡Uy, qué suerte! Me senté cerca suyo para sentir su olor:»Cuéntame un cuento, mamá, un cuento, un cuento»… Muchas canciones y cuentos cortitos. Mientras, los miro. Me intriga este público, me admira. Me encanta cuando ríen y cómo se admiran de las sorpresas que voy sacando de las cajas.
El sábado al acabar la sesión, paso bamboleante, se acercaban a darme un beso. Qué mejor crítica.