MAELLA. Estuve un día entero durante la inauguración de la nueva biblioteca. De la antigua, que se veía diminuta y viejita ya sin libros, fuimos a la nueva, con libros bajo el brazo. Allí conté. Hay niños que se beben las historias mientras las cuento. Un niño de ojos negros miraba, miraba. Cuando acabé la primera historia me dijo: «Esta historia me ha gustado mucho«. Cuando acabé la segunda, lo repitió.
En la pausa de la tarde, dos niñas y yo nos sentamos junto a la puerta viendo a la gente entrar. Cada vez exclamaban: ¡Hala, qué bonita! Una de las niñas lleva un libro con ella:-Es que como han estado de traslado nunca lo he podido devolver y no lo puedo cambiar. -Es de poesia. -Si, me gusta mucho. -¿Y escribes? -No, lo que nos mandan en el cole.»
Oigo a un hombre decir a Tere, la bibliotecaria: «Llevo dos meses que no he podido cambiar literatura. Menos mal que bajé a la Feria del Libro de Zaragoza y me pude comprar algo.»
TERUEL. Voy a contar a la Biblioteca de Teruel. Por el camino recuerdo mi infancia allí. Iba sóla al conservatorio un par de tardes a la semana. Cogía el autobús desde el Ensanche. Un día no llevaba el dinero para el billete. «No te preocupes, me dijo el conductor, lo pagas mañana.» Pienso entonces en la confianza. Mas tarde, en el último cuento de mi sesión en la Biblioteca, todos se levantan a jugar conmigo.
BOLTAÑA. Sesión de cuentos de mujeres: LAS QUE RÍEN y vermú en la plaza.
Durante el vermú una mujer se acerca para decirme que le han gustado mucho mis cuentos. Me pregunta si estoy bien, si necesito algo.