Elegir las historias que vas a contar, hacerte un repertorio. Una tarea hermosa y llena de vericuetos. Me ha hecho crecer como narradora y como persona. Aceptar el reto de contar materiales de distintos géneros literarios: ensayo, crónica, retazos de novelas. Mezclar vidas de personas con material tradicional. Material tradicional con literario…Buscar formas nuevas, nuestras, de cada narrador/a. Porque nuestro oficio es artístico. Siento que me debo a mi público, pero también a mí. A lo que yo quiero proponer como voz y cuerpo que se presenta ante un público y propone un mundo.
Contar historias implica fiarme de mi imaginación:
Cuando elijo una historia debo imaginarme contandola. Así sé si puedo o no hacerlo. Debo saber que ella puede estar a gusto en mi imaginario. Hablo de las historias como si fueran seres vivos porque para mí es así. Y me doy la libertad de cambiarlas, escoger sólo una parte de ellas, mezclarla con otras.
Me fio de mi imaginación cuando cuento porque estoy dentro de la historia que narro. Y confío en que el público me acompañe en ese viaje. Veo llegar al público y me lleno de respeto por el rato que van a dedicar a escuchar historias. Me miran, confían. Yo también debo confiar en mi repertorio. Cuando estamos ahí todas, cuando me doy cuenta en un silencio que estamos en el mismo lugar: en la historia, es belleza.
Gente distinta, cada una con su vida.
Ahí están, acompañando los érase una vez cuando todo es principio.