Se desplegó un niño en la Biblioteca de Teruel. cuando llegó se sentó encogido en la silla y mirando al suelo. Le fueron divirtiendo las historias y se fue estirando. Ocupaba su espacio, me miraba, sonreía. Me dio las gracias por los cuentos al final, de pie. En la misma sesión una niña se acercó a decirme que de mayor iba a ser cuentacuentos, ya estaba preparando su maleta. La va a adornar con fotos, dibujos de cuentos que le gustan. Mejor que sea resistente, le dije, para todos tus viajes.
En el café Avalon de Zamora conté en un escalon. Charo Jaular me dijo que si contaba ahí, en el segundo escalón de madera, el público me veía cómodo. Yo, que me muevo mucho y gesticulo, acepté el juego de contar desde un espacio tan pequeño y me divirtió mucho. Siempre hablo del silencio en el público y me equivoco. Tengo que hablar de la forma de escuchar, que está hecha de risas, emoción, algún comentario, alguna exclamación. Si un público es tan acogedor como el del Avalon la que logra hacer silencio soy yo, desde ahí cuento. Y desde ahí digo también lo que pienso de pronto de una de las historias o de lo que pasa en el momento, me permito esa libertad porque confío en el público, en el encuentro que se produce, puedo reir con ellas y ellos. Charo Jaular y Alvaro, muchas gracias por cuidar este espacio.