1. Vamos a la escuela infantil. Mi hermana lleva una bolsa de caramelos en la mano porque es su cumpleaños, los va a repartir a la puerta del cole. Va tan contenta que camina saltando, la bolsa golpea a cada salto contra su pierna y cuando llegamos a la escuela se da cuenta que en la bolsa, apenas quedan caramelos. Mi padre desanda con nosotras el camino, Pulgarcito al revés, recogiendo sugus de colores.
2. Lucrecia Pérez fue asesinada en Aravaca el 13 de nov. de 1992. Dominicana, 33 años. Un grupo neonazi entró donde vivían,un guardia civil guiaba la comitiva, la mató a tiros. No la buscaban a ella. Los disparos fueron indiscriminados.Fué el primer asesinato xenófobo reconocido en España. A los días, en una pared de mi barrio, junto a la puerta del mercado, apareció una pintada muy negra: una esvástica grande y un texto «explicativo»: «Lucrecia, te lo mereces».
Mi padre y yo hacíamos un poco de camino juntos por las mañanas. «¿Vienes?» «No, papá, hoy salgo después»»¿Por qué? Venga, que te espero, ¿qué tienes que hacer?» Yo llevaba un spray negro en el bolso, quería tachar la pintada. Pero mi padre no se iba, asi que se acabé contándole. «Yo te ayudo». Llovía un poco. Mi padre llevaba un paraguas negro, grande. Lo abrió encima de mi mientras tachaba la esvástica y corregía el texto escrito. La gente que salía del mercado paraba a mirar y mi padre les explicaba qué hacíamos, quién era Lucrecia. «¿Les parece justo?» La pintada cambió de signo: «Lucrecia, te queremos», acabó poniendo. Alrededor de mí, un pequeño círculo de gente opinaba si debíamos tachar más aún la esvástica, si aún se adivinaba su forma.
La nueva pintada, declaración de amor colectivo a Lucrecia Pérez, duró mucho tiempo, aunque la lluvia la mojara.
3.Mi padre y mi hija ven una pintada en la calle: «Princesa, te queremos» A mi hija le brilla la cara al saber qué pone. «¿Te gustaría que te escribieran algo así?», pregunta el abuelo.
Volvemos a casa. Mi padre busca las tizas de colores y en la puerta de la casa, entre dos coches, repite la pintada para mi hija: «Princesa, te queremos». Ella pasa a mi lado. «¿Dónde está el yayo? ¿qué hace? ¡Ah, ya! ¡seguro que me está escribiendo en la calle»
Salimos juntas a verlo. Mi hija se pone contenta, colorea las letras y añade dibujos entre ellas agachadica en la calle.