La lluvia se bebe.

Llueve. Me levanto temprano para ir a la biblioteca de Daroca, cuento mi sesión: «¡CUÁNTO MONSTRUO!» que juega con el miedo.  El miedo ya lo paso yo de viaje con la lluvia fuerte y la niebla. Llego pronto y aparco frente a la biblioteca. Me doy un momento antes de salir del coche, la calle es un río…y veo que una niña sale de un portal y se planta en medio de la acera, pelo rizado, cuerpo grande, chandal rojo, en medio de la acera con la boca abierta, la cara recibiendo todas las gotas. 
Una mano la llama desde el portal, ella va y luego vuelve. Bajo la lluvia, la boca abierta. Me animo a salir y me acerco a hablar con ella. «¿Te gusta la lluvia?» .»La lluvia se puede beber», me dice muy seria. 
Se viene a la sesión de cuentos. Se llama Ilico, se convierte en mi ayudante, escucha los cuentos con cara seria, recta en la silla.

Esos mofletes están llenos de gotas.

Crece sana y aventurera Ilico, la catadora de gotas de lluvia.