Janet Frame o la vida en la periferia. Leo: Un ángel en mi mesa. Hacia otro verano. Palabras como cables…»señales sonoras que te mandas a ti misma». Ser con esfuerzo. Que siempre se te haga pronto. Vivir en otro país porque en el tuyo te declararon demente, te aconsejaron que vendieras sombreros para salvar tu alma».»Ninguna frase maravillosa», dice Janet al final del libro. Y me quedo pensando en la maravilla.¿Qué significa? Cuando leo a Janet Frame camino a su lado mientras leo, la oigo respirar, me río (como ella) de sus dificultades sociales. Son las mías. El humor nos salva a las dos. Eso es para mí, su maravilla. Como en este fragmento sobre Caperucita Roja.
«La escuela comienza y continúa y continúa: Creo que estoy aprendiendo a leer. Tengo un libro con grandes letras negras y una suave portada verde cubierta de hilos verde pálido. El primer cuento es el de Caperucita Roja, que sale un día a buscar unos dulces (¿qué son dulces?) a casa de su abuela, sin saber que un lobo había estado en la casa del bosque -¿no ves su mandíbula abierta, sus dientes, su lengua roja como de franela?- y se había comido a la abuela, se había puesto su ropa, y ahora esperaba comerse a Caperucita Roja. No sé si la gente de los cuentos puede o no oírte cuando les hablas, pero nada de lo que les digas puede modificar cómo se ha escrito el cuento. ¿Qué hago entonces para avisar a Caperucita Roja? Las palabras del cuento ocupan toda la página, no queda sitio para escribir una advertencia, y si pongo ¡Cuidado Caperucita Roja! al final de la página o en el margen, estoy segura de que Caperucita Roja no lo tendrá en cuenta, y, aunque parezca extraño, me alegro, pues para cuando llega a la casa que hay en medio del bosque (¿por qué no dicen selva? ¿Y por qué siempre hay petirrojos y ruiseñores pero no colipavas?) espero ansiosa en momento en que abre la puerta, se dirige al dormitorio, se mete en la cama con la abuela y el lobo se la come -¡qué decepción que un cazador pase justo cuando el lobo está a punto de devorar a Caperucita Roja! Si un lobo se vistiera como mi abuela lo reconocería de inmediato- o eso creo. Es fácil equivocarse con la gente…A veces las personas parecen lobos…Qué ridículo.» (Hacia otro verano)