Del libro al labio. Historias de vida.

De los talleres para público adulto: Del libro al labio que hice la primavera 2016 por bibliotecas de la provinica de Zaragoza durante la campaña de animación a la lectura que organiza la DPZ. Las personas contaban momentos de su vida y luego, a lo largo del taller, repetían frases o momentos de lo que habían contado porque seguían allí, añadían algún detalle…los recuerdos y juegos iban creando un lenguaje común.

Boquiñeni. A mi amiga le regaló su marido un ramo de flores y yo muy enfadada le dije al mío: ¡No te creas, que a mi amiga le han regalado un ramo de flores!
Y nosotros teníamos campo de coles, las vendíamos. Y él me puso un letrero: “Yo no te regalo un ramo de flores
pero aquí tienes un remolque de coliflores.”
Es cierto, ¿eh?

Salillas de Jalón. La mujer que habla está en silla de ruedas:
«En un segundo me cambió la vida. En un accidente, en un segundo.» Ríe.

Sástago. Rosita. Yo tenía una abuela que tenía un diario y todos los días escribía lo que hacía: » día tantos de tantos y con letras historiadas: He bajao a la cantera, he cogido un cántaro de agua, he subido por la cuesta, he ido al corral, me ha puesto un huevo, he ido al mirador. He cogido un capacico de avena y se lo he echado a la burra. He subido a la cocina. He ido a misa pero no me he confesado…Su vida contaba.

Risas.
Los albañiles se lo llevaron, me hizo mucho duelo. Se lo llevaron, pero no creas que se lo llevaron con curiosidad, lo tirarían sin saber lo que era a los escombros.

Tauste.
Me acuerdo del puñetazo que pegué un día en los ojos a un chico, ahí se quedó tapándose los ojos que no me paré a mirar si se lo había sacado o no.
Subía las escaleras de la romería y me tocaron. Yo me volví y al que se estaba haciendo el despistado pensé: “este ha sido”, así que le pegué un puñetazo en un ojo y seguí caminando. Y no me había vuelto a acordar hasta este año, subiendo esas mismas escaleras con mi nieto, cincuenta años más tarde, que me acordé y me dio la risa. “¿De qué te ríes?”, me dijo mi marido. “De un puñetazo que dí aquí mismo”.
16 años tendría, 17 aún no.
– “Y bien guapa que eras”, dice otra mujer.

Valtorres.
Mi hermana tenía siempre todos los niños alrededor. Y se iba inventando los cuentos según los contaba. Con lo que a ellos les interesaba o les gustaba más: de indios, de vaqueros, lo que los niños querían. Estaban ahí con la boca abierta. Mis hijos, mis sobrinos, sus hijos. No se movían. Y los podía tener allí dos o tres horas. Ahora tiene los nietos y le pasa igual. Tiene mucha mano izquierda para inventar.

Valtorres.
-Yo no recuerdo que me contaran cuentos de pequeña. Recuerdo más leer. Coger el libro por la noche para leer en la cama.
-A mí sí me contaban. Yo tuve una infancia en Ateca…tengo unos recuerdos maravillosos, maravillosos. He tenido una niñez preciosa, la niñez más bonita que se puede vivir. Luego cuando me iba a Zaragoza con los abuelos, mi abuelo me llevaba a ver todo lo que había en Zaragoza. He visto todos los museos.

Boquiñeni.
De pequeña me pusieron los reyes magos un bolso de cartón y lo llevé a párvulos. Estaba lloviendo y como se me mojó, lo puse cerca del brasero para que se secara. Cuando fuimos a salir, ya no había bolso.

Tauste. Yo soy muy chorrotera, me encanta salir a la calle y mi marido me decía:                              -¡No se te caerá la casa encima!
-Ya lo siento si te cae a ti, le decía yo. Y me iba de paseo.

 

-¡Cuídate!, le digo a una mujer mayor al despedirme. Me responde: ¡Claro que me cuido, abajo tengo esperando a la pareja de la Guardia Civil!

Boquiñeni

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