Cuando empiezo a contar miro al público y me parece un grupo compacto que asusta un poco. Luego canto y voy individuando caras, desde esa calma que me da el cantar. Cuento la primera historia y escucho una risa, una expresión de asombro y ya me quedo con esas caras donde apoyarme y al final de la sesión tengo al público bastante definido. Depende del número de personas, de cuanto favorece la situación la cercanía pero suele ser casi todo. Es un proceso de acercamiento.