Suelo contar. Desde ese estar aparte, contando, me llega el silencio del público. Lo escucho para saber cómo vamos, cómo están llegando las historias, por dónde seguir.
La tarde del miércoles estuve entre el público escuchando a Irene Vallejo, formé parte del silencio admirado que se creó, de ese encuentro. Seguí los caminos que tomó la conversación por las preguntas cuidadas de Albano o porque una imagen lleva a otra, un libro a un trocito de vida. Me emocioné escuchando a Irene hablar con amor de los cuentos, de la narración oral. Su madre contando a la noche, muy juntas las dos, su padre contando la Odisea. Su mirada hermosa sobre este oficio de contar. Dijo: «Yo soy el resultado de los cuentos que me contaba mi madre antes de dormir…me resistía a aprender a leer porque pensaba que iba a desaparecer ese momento»…«El infinito en un junto está escrito deliberádamente con una técnica oral».
Habló de comunidades de imaginarios. Eso se creó esa tarde. Y nos fuimos y no dejamos de estar allí, en ese encuentro que fue abrazo.