Canción sorpresa

Hay lugares significativos para mí. Valderrobres es uno de ellos por toda la tarea que hizo Alicia en su biblioteca. Conté en la Lonja. Los cuentos en la calle suenan distinto, se mueven más, juegan, asi que busco cuentos veloces, saltones. Y ahí estuvimos, con el rio detrás y viajando. Canté para despedirme la canción que había cantado al principio. Hace muchos años que abro con esa canción. La aprendió una amiga en un campo de refugiados cuando la guerra en Yugoslavia. Es tradicional zíngara. Me la enseñó y yo la canto como recuerdo. La empecé a cantar y una niña cantó conmigo. La miré asombrada y seguimos juntas, ella sonreía. «¡La cara que has puesto cuando me has visto cantar, qué divertida!», me dijo luego. Se llama Anais. Es de Bélgica. «Los domingos voy al coro y me enseñan canciones de todo el mundo. La maestra nos enseñó esta. Yo tengo toda la letra, tú no.»Llevaba un vestido ligero y un bolso negro rígido, cuadrado, antiguo. Anais vino a las diez a la sesión de adultos, la escuchó entera sentada recta en la silla, como participando de lo que yo contaba. Por eso cuando ya acabába me animé a preguntarle si quería subir a cantar conmigo y subió. Cantamos juntas la canción, cantó ella sóla al final. Su voz fina sonaba precioso entre la piedra. Un regalo. Hablamos mucho después. Descubrí que el bolso negro era de su abuela. «Yo quiero tener un recuerdo tuyo». «Ya lo tenemos, hemos cantado juntas». «No, otra cosa». Nos hicimos una foto sentadas en el escenario que habíamos compartido. Esta es. Os presento a Anais.

Anais