Cada cuento un mundo.

Noviembre. Centro Cívico Santa Isabel. Programa: “Mayores por la igualdad”.
Después de la sesión de narración propusieron hacer un debate. La mujer que organizaba me preguntó por qué había contado: Las doce princesas bailarinas. Me dijo que se había perdido con ese cuento, seguramente alguien más también. Me pidió que lo explicara.
Me quedé pensando. No sabía. Yo no puedo explicar un cuento, por eso lo narro.
Bueno, dije, no os lo puedo explicar pero os puedo decir por qué lo cuento. La madre de mi ex-pareja, que fue como mi madre, dejó de bailar cuando se casó. Antes iba cada semana con sus hermanos. Luego no, nunca. Como no iba a bailar, regaló su vestido azul.
“Esas cosas no son para estar en el armario”.
Me enseñó una fotografía, ella vestida de azul vuelo, azul baile.
“¡Ah, me dijeron, de acuerdo.”

…»Nunca más sus cabellos se enredarían en diamantes. Nunca más sus zapatos se gastarían con la risa«. Anne Sexton.

2018. Una sesión de Narralunas con profes de secundaria. Entran al juego. Una mujer habla de cuánto le gustaba la historia de la princesa del guisante. Pasa de hablar de ella a narrar la historia. Así, la princesa del guisante atraviesa sola la tormenta, la lluvia le ciega los ojos, los relámpagos le ayudan a ver el camino.
En el silencio que ha creado su relato la profesora concluye diciendo: “Llega desvalida buscando cobijo, pero al mismo tiempo ha atravesado sola una tormenta.”
Somos todo eso. Cada cuento un mundo.