APLAUSOS O ABUCHEOS. 2.

«A esta edad, una ya tiene que contar sólo lo que quiere«, dijo Paula Carballeira en una sesión de Guadalajara. Yo también tengo esa edad. «Y si no arriesgamos en el escenario, que es el espacio de libertad que tenemos»… dijo Luis Felipe Alegre antes de empezar su sesión en Noches Inenarrables. A Estrella Ortiz le preocupa la inmediatez de las redes sociales porque ve el peligro de sentir algo y ya pensar en su formulación, sin darle tiempo a las cosas a tomar forma dentro tuyo en lugar de expresarlo inmediatamente.

Nuestro oficio tiene que ver con ese rumiar las cosas dentro. Me mata la prisa: contar con los minutos contados, llegar con el tiempo justo a un lugar. La prisa por que al público le guste mi trabajo, la prisa por sentir su risa o su silencio…

Pienso en esto y en el fracaso. La libertad de experimentar, los campos amplios del error.El cuento que no funciona a pesar de que, preparándolo, tú estabas convencida de ello. La historia que se deslía de pronto, después de un tiempo contándola.

Leo un artículo en «El Urogallo», un número de dic. 1991. «El teatro en la cuerda floja». HAROLD PINTER:

…» Me llevó bastante tiempo acostumbrarme al hecho de que la respuesta de crítica y público en le teatro sigue un gráfico de temperatura muy errático. Y el peligro para un escritor es el momento en que se convierte en presa fácil de los viejos micróbios de la aprensión y la expectativa. Pero creo que Düsseldorf limpió, para mí, el aire viciado. Hace unos dos años…salí a saludar con los intérpretes alemanes de El vigilante al finalizar la obra la noche del estreno. Fui inmediatamente abucheado por lo que debía ser la mejor colección de abucheadores del mundo. Creí que estaban usando megáfonos, pero era puro pulmón. No obstante, los intérpretes eran tan obstinados como el público, y salimos a saludar treinta y cuatro veces, todas con abucheo. 

Durante el saludo número treinta y cuatro sólo quedaban dos personas en la sala, y seguían abucheándonos. Todo esto me reanimó de un modo extraño, y ahora, en cuanto siento un amago de la vieja aprensión o de la expectativa, me acuerdo de Düsseldorf y ya estoy curado»…

Aplausos